lunes, 12 de octubre de 2009

EL DESCONOCIDO (3)


Rofe consiguió escabullirse del profesor  Halson  y fue corriendo a hurtadillas hasta el patio trasero del instituto, se coló por el agujero de la reja y llegó junto a sus amigos. Una nueve de humo les rodeaba.
-¡Hey Rofe! Ya creíamos que no venias, ¿problemas con Halsito?
-No, le he hecho un pase de culebra jajajajaja y se ha quedado con dos palmos de narices, aún me debe andar buscando.
-Bueno siéntate y comparte esta maravilla-dijo uno- y le pasó una colilla retorcida.
-Aja, dame, dame
En realidad a Rofe no le gustaba fumar pero no podía decírselo a sus compañeros, le tomarían por mariquita y le llamarían nenaza durante todo el curso. No, no, definitivamente le gustara o no fumaría.
Una campana sonó a lo lejos.
-Eo, chicos me voy dijo Tam, me llama la cultura jeje.
-Y a mí.
Y uno por uno se fueron yendo a medida que sonaban campanas, timbres, gongs y diversos sonidos que avisaban el comienzo de las clases.
Rofe sintió alivio porque podía librarse de la asquerosa colilla, él también tendría que irse enseguida pero de momento se quedó sentado oliendo el bosque,  ese olor si le gustaba
Rofe era pelirrojo, tenía la piel muy blanca y unos labios casi femeninos, daba bastantes disgustos a sus padres porque le consideraban un rebelde y actuaba como tal aunque en el fondo sus expectativas eran de lo más normales, encontrar una buena chica, casarse, tener hijos y hacerse cargo de la panadería de su padre. Pero eso lo guardaba para sí, de cara a la galería era un rebelde, un inconformista, contaba a quien le quisiera oír que se escaparía a la gran ciudad y se convertiría en un pintor de grafitis y por ello sus amigos le admiraban y le trataban como a alguien especial, si supieran sus verdaderas intenciones le dejarían de lado y eso sería un desastre.
Sólo le quedaba un curso o sea que seguiría con esa pequeña mentira unos pocos meses y luego haría lo que realmente deseaba, aprender el oficio de su padre.
Lo que no sabía es que otra persona había decidido alterar sus planes y acortar de manera drástica su futuro.
Casi ni sintió la aguja que se clavó en su nuca, sólo noto un ligero mareo y luego nada.
El Desconocido le levanto del suelo con cuidado, miró su pálida cara y sonrió.
Había dejado la furgo muy cerca al amparo de unos grandes árboles que le ocultaban a la vista, recorrió esa corta distancia y depositó a Rofe en la parte trasera sin demasiados miramientos, no se molestó en atarlo, sabía exactamente cuánto duraría el efecto del somnífero.
Llegó a su casa en el tiempo previsto, colocó a Rofe sobre la tabla rodante y lo empujó hasta el cuartucho.
Una vez cerró firmemente la argolla a la muñeca del chico se sentó en una silla frente a él y se quedó ahí mirándole largo rato.
Cuando empezó a dar signos de querer despertarse cumplió con la última tarea que le quedaba ese día, cogió una tijeras y cortó la ropa del chico, camisa, pantalones calzoncillos, camiseta, desabrochó las deportivas y retiró los calcetines, durante los siguientes dos días le dejaría ahí solo, preguntandose qué pasaba y dejando que la ansiedad la sed y el hambre hicieran su labor.
No llevaba reloj ni ningún tipo de joya o adorno, de manera que fue fácil deshacerse del material todo fue a parar a la caldera, en muy poco tiempo todo sería ceniza.
Echó un último vistazo a su “huésped” que empezaba a rebullirse. Echó los cerrojos a la puerta y se dispuso a volver al pueblo para asistir a la misa que se hacía en recuerdo de Pipo, el pecoso desaparecido hacía quince días
Una sonrisa bailaba en su boca mientras se dirigía a la iglesia, se sentía grande, importante e inmune, mami estaría orgullosa de él.

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