martes, 13 de octubre de 2009

EL DESCONOCIDO (2)

Al segundo día de la búsqueda puso como excusa que tenía que dar de comer a los perros y se fue a casa.
Nada más entrar en la iluminada habitación se dio cuenta que algo andaba mal, no se oían gemidos, ni súplicas, ni lamentos, el muchacho yacía en la misma postura en que él lo había abandonado dos días antes. Puso la mano sobre su pecho y se confirmaron sus peores temores, estaba muerto.
Una ola de ira le invadió y empezó a caminar en círculos mientras se pellizcaba el labio inferior y mascullaba insultos y amenazas baldías puesto que el chico no podía oírle ni temblar de pavor ante su furia.
Cuando consiguió calmarse de sentó en una silla contemplando el cadáver y rumiando cual debía ser su siguiente paso.
Su madre no le hubiera perdonado tamaño error, estaba seguro, su madre era la perfección personificada a ella nunca le hubiera pasado algo así.
Recordaba con claridad el día en que ella decidió que él no sería un pervertido como su padre
-Ven pichón (siempre le llamaba pichón)
-Siéntate y escucha atentamente. Sabes que tu padre se ha ido pero no sabes por qué ¿verdad?
-No mami- (el siempre la llamaba mami)
-Tu padre es un mal hombre pichón, se ha ido porque le gustan más los chicos que las mujeres, ¿entiendes eso pichón?
Él negó con la cabeza.
-Claro que no, tu eres un ser limpio y vas a seguir siéndolo mientras yo viva y después de que muera
Y durante la hora siguiente su madre le explicó qué era un pederasta, un violador, un depravado y al final le dijo que su padre era todas esas cosas y más.
-Por eso pichón a partir de ahora llevarás esto- y le mostró una especie de eslip de cuero con remaches a los costados- desde ahora lo llevarás siempre, de día y de noche y cuando haya que limpiarlo te quedarás en tu cuarto mientras mami se encarga, si tienes que ir al baño me avisas y mami soltará los remaches y cuando estés listo volveré a ponerlos ¿comprendes?
-Si mami
Y así fue. Su madre fabricó otro “contenedor” y así podía cambiarlo sin tener que esperar en su cuarto a que ella acabara de limpiarlo.
A pesar que era de suave cuero le produjo unas llagas enormes en las ingles y en verano el sudor le provocara insoportables picores, pero nunca se quejó. Al llegar a la pubertad se dio cuenta de que por la mañana se levantaba con el contenedor mojado, mami nunca le regañó, simplemente le daba el otro y él se lo cambiaba.
Tardó años en saber qué era ese extraño líquido que su cuerpo rezumaba durante la noche, y cuando lo supo se asqueó de sí mismo, por suerte con el tiempo también eso desapareció, como las llagas y los picores y las costras y todas las molestias que al principio le producía el “conte” (acabaron llamándole así), de manera que nunca más llevó calzoncillos como el resto de los muchachos.
Poco a poco sus genitales se acostumbraron a mantenerse en estado vegetativo. Hacía mucho tiempo que no tenía erecciones involuntarias, el insoportable dolor que le producían acabaron con ellas. El conte se encargó de eso y mami claro, que le explicó que esas cosas sólo les pasaban a los depravados como su padre.
Y ahora se veía enfrentado a un fracaso que su madre no hubiera tolerado, ella nunca se equivocaba, en cambio él en su primera tarea verdaderamente importante sí lo había hecho.
Miró el cuerpo del muchacho con rabia y decidió que no merecía más atención por su parte, todo lo que había pensado para él lo reservaría para el siguiente.
Pasó las cuatro horas siguientes, cortando, serrando y triturando hasta convertir a Pipo en un montón de pequeños desperdicios que repartió entre los perros y el horno.
Las partes metálicas como la hebilla del cinturón, el anillo y la cadena las fundió. Lo que quedó de la hebilla lo tiró al rio y con el oro hizo pequeños lingotes que guardó en su caja fuerte.
Una vez hecho todo esto volvió a la habitación y comprobó que estaba todo dispuesto para el siguiente inquilino.
Todo limpio, impoluto como le gustaba a mami.
Después volvió al pueblo y se unió a uno de los grupos de búsqueda.
Pasadas unas horas oyó una conversación que alivió un poco la frustración que pesaba sobre él.
-¿Y llevaba siempre las pastillas encima? Le preguntaba un vecino a otro
-Si siempre, él sabía que le podía dar un ataque en cualquier momento, por eso era un chaval tan tranquilo porque su corazón no estaba bien, lo sabían desde que nació, pero el médico dijo que con esas pastillas y sin demasiados sobresaltos podía vivir muchos años. No sé bien pero creo que era tenía mal las válvulas o algo así.
-Ya, bueno sigamos igual le dio un ataque y se quedó tirado en el bosque, pobre Pipo.
El desconocido recordó haber encontrado un frasquito con pastillas en uno de los bolsillos del chico que también fue a parar al horno. Se reconcilió un poco consigo mismo. Simplemente había tenido mala suerte al elegir a su víctima, pero ya tenía reservado el puesto para la segunda y estaba seguro que Rofe que así se llamaba su próximo invitado, no tenía ningún defecto congénito en el corazón.

Empezaba la segunda fase.

No hay comentarios: