domingo, 1 de noviembre de 2009

UN TIPO DE SOLEDAD (Final)



Otra vez el altruismo, el sentido de comunidad hizo posible crear un puente entre mi aislamiento y el mundo social.
Me hallaba perfectamente instalada en el cuerpo de un delfín, disfrutando de la sensación de ligereza y comprendiendo perfectamente a ese perfecto ser, aunando mi mente con la suya cuando algo rasposo me arrancó de él y me situó de nuevo en este mundo al que la gente llama real, cuando el aturdimiento por este brusco traslado remitió pude darme cuenta de que alguien hacía corres mis dedos sobre lo que al parecer era un libro en Braille ¡Maldita bondad! Me dije, y en un rapto de ira arrojé el libro de un manotazo, supongo que al mismo tiempo maldije en voz alta y grité cuantos improperios acudieron a mi boca porque durante un buen rato nada se movió alrededor de mi, pero no intenté zambullirme de nuevo a mi amado mundo porque que la batalla acababa de empezar, sabía que seguirían insistiendo, sabía que no me dejarían en paz; creo que en el fondo les molestaba la quietud y el sosiego que mi rostro debía traslucir, ellos siempre atacados de ansiedades, stresses, angustias y otros complejos mecanismos de autodestrucción debían de sentirse incómodos por la felicidad que me invadía y que de alguna forma les llegaba.

Llegué a la conclusión de que no era bondad lo que les llevaba a obligarme a comunicarme con ellos sino la envidia, envidia de mi bienestar interior, de la paz que desprendía, de la sonrisa que permanentemente danzaba en mis labios, de los retazos de conversación que de seguro alguna vez se deslizaron en alta voz sin que yo tuviera conciencia de ello. Si antes sus vocingleras vidas fueron una agresión para mi, ahora se habían trocado los papeles y mis silencios, mi felicidad interna, eran una agresión para ellos y querían arrancarme de ese mundo feliz para hacerme partícipe de sus angustias, de los sufrimientos que provocan cosas de tanta importancia como “qué vestido me pongo hoy”, no podían soportar que el aturdimiento de sus vidas no existiera para mi, si ellos con sus cinco sentidos vivían asfixiados, yo que había perdido dos de los bienes más preciados por el ser humano “debía” sufrir doblemente, les desconcertaba que no fuera así y un ser humano estúpido y además desconcertado es ciertamente imprevisible.

De manera que no tuve más remedio que decirles muy despacito y de manera totalmente inteligible que no quería nada en mis manos que me pusiera en contacto con su mundo, ni Braille, ni cubos Rubik con relieves, ni relojes para palpar la hora; que no añoraba mi vida anterior, que había conseguido lo que quería a un alto precio bien es verdad pero todo lo que nos es importante tiene un precio acorde con la necesidad que de ello tenemos; que no lamentaba en absoluto no saber cuánto habían disfrutado la noche anterior ligando con desconocidos a los cuales nunca más volvían a ver, que me alegraba sobremanera de no tener que ver sus caras crispadas por el aburrimiento intentando traslucir alegría, que estaba muy bien como estaba y que si seguían insistiendo en pegotearme cosas en los dedos y en las manos me los cortaría primero unos y luego las otras, que no soportaba esa insistencia, ese egocentrismo suyo al pensar que su mundo era el mundo real y que en él era en el que había que vivir, que si ellos en su mundo y con su vida y con su pellejo no se sentían a gusto yo en con el mío y en mi piel estaba perfectamente cómoda y que quería que me dejaran en paz para poder zambullirme en mi universo de una vez por todas sin interrupciones ni conmiseraciones, que no quería su ayuda porque no la necesitaba y que si eran infelices que buscaran, como yo hice, la forma de dejar de serlo.

No sé como sonó todo este discurso porque llevaba mucho tiempo sin usar las cuerdas vocales como no fuera para emitir monosílabos, pero el aire a mi alrededor no se movía lo cual significaba que todo el mundo estaba quieto, tal vez hablaban entre ellos pero desde luego no gritaban ni gesticulaban porque de haberlo hecho yo lo hubiera notado, creo que quedaron paralizados por el estupor, creo que se debieron sentir profundamente ofendidos, heridos en su amor propio, en realidad no lo sé y tampoco me interesa pero lo supongo porque el resultado casi inmediato fue mi traslado a una institución supongo que siquiátrica, todo son suposiciones claro, porque siguiendo mis deseos nada se me ha comunicado, pero mi lecho no es mi lecho y las gentes que se mueven a mi alrededor no son las mismas y el sol que por la mañana acaricia mi rostro tiene barrotes que cortan su paso, lo noto en mi cara, en mi cuerpo, sobre mis manos, cae sobre mí a trozos, ahora sol y ahora una franja estrecha de sombra, ahora sol y otra franja, otra vez sol y otra vez sombra. No me importa he conseguido lo que deseaba y parangonando a Gog diré que
“esta situación me ha permitido evocar mi perfecta soledad”

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