domingo, 1 de noviembre de 2009

EL DESCONOCIDO (4)


Sentado en el banco junto a otros miembros del pueblo, dejó que su mente volara hacia atrás, no le interesaba lo que estaba pasando allí, en cambio sus recuerdos le resultaban gratos.


Rememoró el día en que mami le dio permiso para ir a ver a su padre.


Estaba sentada a la mesa del comedor y desde allí le llamó.


-Ven, siéntate pichón- y le hizo un gesto con la mano señalando la silla vacía al otro lado de la mesa


-Toma es para ti- deslizó una cajita de madera a través de la mesa- cógela y ábrela.


-Si mami.


La cajita estaba delicadamente tallada. Una filigrana de marquetería rodeaba los laterales y subía hasta la tapa donde se cruzaba formando una x. Un candado muy pequeño mantenía la caja cerrada pero al lado su madre había depositado una bolsita de terciopelo. El la miró y ella hizo un gesto con la cabeza señalando la bolsita. La abrió y dentro encontró una llave muy pequeña que se adaptó perfectamente al candado en cuanto la insertó. Dio una vuelta y el candado se abrió. Lo retiró con cuidado y abrió la caja.


Dentro vio algo que de momento no supo lo que era pero que reflejaba la luz de la lámpara con destellos metálicos.


-Hace mucho lo encargué para ti, es un regalo, úsalo con aquellos que lo merezcan- mientras hablaba había colgado la llavecita de una cadena que dejó también sobre la mesa –No la pierdas- dijo.


Él se pasó la cadena por la cabeza y nunca más se desprendió de ella.


-Cógelo con cuidado- se refería al objeto metálico que reposaba sobre un lecho de seda roja.


Muy despacio lo sacó de la caja y lo miró atentamente, parecía un bisturí pero era más largo. Toda la hoja era filo y el mango era de hueso pulido, era un instrumento mezcla de bisturí y estilete.


Levantó la vista y miró a mami directamente a los ojos, ella sonreía dulcemente.


-Guárdalo ahora, ya eres casi un hombre y es hora de que visites a tu padre, aquí está la dirección- un papel pasó de las manos de su madre a las suyas-Preséntate, dile quién eres y pon al día vuestra relación ¿me comprendes?


-Si mami- respondió. Claro que la comprendía y el vello de la nuca se le erizó, una notable erección pugnaba por salir del conte pero como siempre quedó reducida a la pura intención, el conte cumplió de nuevo su cometido.


-Mañana por la mañana tomarás el tren y visitarás a tu padre, por la tarde estarás de vuelta en casa y no volveremos a hablar del tema jamás ¿de acuerdo?


-Si mami.



Su madre se levantó y fue a la cocina a limpiar los platos de la cena. Esa era toda la conversación que mantuvieron sobre única visita que hizo a su padre. Tal como mami había ordenado nunca más volvieron a hablar del tema.


Cuando al día siguiente llegó a casa de su padre éste estaba en el jardín delantero de su casa despanzurrado sobre una hamaca y bebiendo cerveza.


Se acercó y le saludó


-Hola papá- dijo escuetamente.


-¿Papá? ¿Pero qué…? vaya pero si es mi hijo ¡Muchacho que alegría verte!, tienes la misma cara de tontorrón que cuando dejé a tu patética madre -¡Ale!- gritó, ven que conocerás a mi hijo y una carcajada inundó el espacio que les separaba.


-Pero ven no te quedes ahí ven, te presentaré a Ale.


En ese momento un muchacho que no tendría muchos más años que él salió de la casa.


-¿Qué pasa? ¿Qué son esos gritos?- le miró escrutadoramente y luego se volvió hacia su padre esperando una explicación.


-Ale-dijo éste- Te presento a mi hijo.


Ale lanzó un chillido se apretujó las mejillas con las manos y fue corriendo hasta él con intención de abrazarle, él dio un paso atrás y levantó una mano deteniendo su avance.


-¡Uy! vale, vale, no te toco, ya veo que eres de los de guardar distancias, bueno es igual. Mucho gusto en conocerte. Dijo todo esto en un tono de voz femeninamente modulado, mariposeando las manos y juntando las rodillas, gestos todos ellos que a él le resultaban repugnantes.


-¿Puedo lavarme las manos?- preguntó educadamente.


-Claro, claro, ven conmigo, te enseñaré donde está el baño, mientras le echaré una mirada al asado- Luego dirigiéndose a su padre le señaló con el dedo y le ordenó con voz melosa- Tu no te muevas de aquí, no te quiero en la cocina manazas- y se metió en la casa moviendo las caderas y soltando una risita que se suponía coqueta.


No perdió el tiempo con Ale, en cuanto llegaron a la cocina se puso detrás le agarró con fuerza del cabello, tiró hacia atrás y le rajó la garganta de oreja a oreja, después le soltó y el cuerpo de Ale fue a parar encima de la puerta del horno que estaba abierta, casi de inmediato un olor a carne socarrada empezó a llenar el ambiente.


Sin perder un segundo salió al jardín se plantó frente a su padre y dibujó una cruz en el aire. El estilete había cortado desde la frente hasta el ombligo y de una axila a la otra.


La cara de su padre empezó a literalmente a desmoronarse, el corte era tan profundo que había alcanzado la tráquea por lo que ningún sonido salía de la garganta rajada, la parte derecha de la cara de su padre empezó a deslizarse hacia un costado y era incapaz de mover la boca totalmente partida en dos, tenía un aspecto ridículo.


-Hubiera querido pasar más tiempo contigo “papá”- recalcó la palabra imprimiéndole un toco de asco y salpicando de saliva la cada vez más deformada cara de su progenitor- pero mami me dijo que te visitara y volviera o sea que no puedo perder el tiempo contigo- dicho lo cual trazó una cruz más pequeña sobre el pecho de su padre, metió la mano cogió el corazón y sajó venas y arterias hasta que éste quedó palpitando en su mano.


Entró en la casa y metió el corazón en el horno junto al asado a medio cocer, abrió todas las llaves de paso, salió otra vez al jardín cargó a su padre y lo tiró encima de Ale.


-Así juntitos hasta la muerte- miró los cuerpos y se metió dos dedos hasta la garganta forzando el vómito que regó los cadáveres. Luego con toda parsimonia fue al baño se duchó, se cambió la ropa por la que había llevado en un petate y limpió el estilete hasta darle el aspecto de nuevo que tenía antes de usarlo.


Fue hasta el garaje y cogió varios productos inflamables, roció la casa, los cuerpos, los muebles y ya en la puerta tiró varias cerillas encendidas.


Con un ligero trote se alejó de la casa, cuando le separaban unos cientos de metros de ella se dio la vuelta -Adiós papá, perdona que no te abrace, pero manchas- y siguió camino hasta la estación de tren.


Al día siguiente los periódicos dieron la triste noticia de la muerte de dos personas a causa de un furioso fuego que combinado con una explosión de gas había reducido la casa y los cadáveres a cenizas.


Ese día comieron asado, el asado más bueno que nunca su madre había cocinado y charlaron como siempre de sus cosas y del brillante futuro que mami preveía para él.







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